Lectura en el ciclo Win Win. Para la REVISTA NEBULA TROPICAL.
Estaba
en esos laburos de mala muerte y, para morir un poco menos, me llevé un
ingeniero italiano al bar más puto y pop del centro de la ciudad, Flux, el flavour de los mejores tragos está
ahí.
En esa
barra donde siempre atienden Jamie
o Illia, acompañados por alguno de los diversos barmans que hacen pasantía por
allí, y otras cosas también.
Dioneta
Hollygram era una de
ellas.
El sabor de
flux propone mezcla, y entre esas mezclas de sour y mojitos las horas pasaron
hasta que Dioneta, intrigada por el viejo y por mí, se nos acercó con sus tres
millones de tatuajes, su pelo ultra violeta y nos consultó ¿Y ustedes? ¿De dónde se
conocen?
El tano no
hablaba más que en tano y yo no hablaba más que en lo que podía.
Pero a buen entendedor pocas
palabras, y le
conté que a esa altura yo me preguntaba lo mismo.
Entonces Dione
respondió subiéndome a sus piernas y demostrándome que por el centro hay tortas
dispuestas a todo.
Nunca más
la vi.
Nunca más
supe de ella.
Hasta un
año nuevo que traté de saludarla y solo me encontré con una seguidilla de
pésames e historias como ésta.
Historias recordando
aquel o aquellos días que la cruzaron por cualquiera de estos lugares, de esta
ciudad.
Para
desgracia mía y de todos, Dioneta era capaz también de quitarse la vida.
¿Por qué?
Dione
¿Por
qué?